Yo repostaba en la gasolinera que está junto a mi centro de salud. Un día llegué y tuve que ponerme unos guantes, y comenzar la consulta con olor a gasoil en las manos. Por supuesto, redujeron personal y en vez de dos empleados, dejaron solamente al encargado de cobrar. Productividad que diría la Merkel.
Otro día fui a mi banco. Tenía que pagar un curso, y se me acababa el plazo. Descubrí un papelito en el que se me informaba que, para recibos no domiciliados, disponía de un amplio horario de ocho horas mensuales. Además, si quería actualizar mi libreta, al cajero, aunque acabase de pasar por ventanilla. Por supuesto, redujeron el personal y hoy solo hay una caja abierta. Productividad que diría la Merkel.
Desde entonces reposto en una gasolinera en la que me llenan el depósito, porque aún no han reducido plantilla. En cuanto al banco, todavía no he encontrado una entidad en la que, a cambio de mi alma, no me muestren papelitos con horarios imposibles.
Y me siento bien de poder reaccionar como usuario -bendita competencia-, no porque mi conciencia social esté muy desarrollada, sino porque evito que me ofrezcan menos servicios por el mismo precio. Aquí está la esencia de la cuestión, porque mis dos ejemplos no suponen un aumento de la productividad, sino una merma en los servicios.
A diferencia de la industria, aplicar en las empresas de servicios el paradigma de la productividad tiene un mas difícil amarre. Y es que el equivalente a ponerse uno mismo la gasolina, sería vender los coches sin faros. No creo que los alemanes vendiesen muchos (o si, según el precio del coche). Redúzcanme el litro de gasoil, y yo me pensaré si me lleno el depósito yo mismo.
Pues la sanidad pública, y aquí enlazo con lo que realmente me interesa, es una empresa de servicios.
Empezamos a estar entumecidos de tanto remojarnos la barba, y ver cómo se acerca la tijera a modo de péndulo de Poe. Cataluña está mostrándonos el camino de lo que nos espera tras el 20-N.
Que los recortes son necesarios parece un hecho indudable, pero dónde recortar es harina de otro costal. No olvidemos que la sanidad no es territorio virgen. La cacareada sostenibilidad ha ido generando continuos recortes, mas o menos encubiertos, que se han materializado en forma de decretazos, subempleo, contratos-programa, áreas de gestión integradas, incentivos por objetivos, falta de sustituciones, provisionalidad, etc, etc. Y esto era en época de vacas gordas.
Pero demos un vistazo al panorama que tenemos. Una población que progresivamente envejece y, por tanto, aumenta sus necesidades sanitarias y sociosanitarias. Un gasto farmaceutico que supone buena parte del sistema sanitario. Una medicina garantista, polimedicadora y, en cierto modo, defensiva. Un sistema sanitario que gasta en curación, agudos y medicina hospitalaria -en vez de prevención, crónicos y Atención Primaria-, una organización donde la información no fluye, burocratizada, y enquistada en una visión del individuo como un conjunto de aparatos y sistemas, donde la opinión del paciente y la rehabilitación y reintegración de la persona enferma brillan por su ausencia.
No parece que esta visión sea compatible con los recortes, sino mas bien lo que pide a gritos es un cambio en el sistema. Desburocratización, potenciación de la independencia del paciente y el autocuidado, integración de los cuidados en torno al individuo, prevención. ¿Nos suena?. Si casi huele a redes sociales!. Observatics hace también una interesante reflexión a este respecto.
Pero la tijera -el péndulo-, acabará recortando servicios, porque aquí no es tan sencillo cambiar de banco o gasolinera, y acabará recortando la atencón ambulatoria (Atención Primaria, Atención especializada extrahospitalaria), porque los hospitales son grandes dinosaurios, difíciles de mover pero con sus propios mecanismos de autoprotección.
Aceptemos que quizá haya que hacer recortes en sanidad, pese a que lo que nos viene a la mente son coches oficiales, diputaciones, asesores. . . Y tras aceptar pulpo, pidamos que se nos explique cómo van a reducir gastos manteniendo todos los servicios. Porque es posible que si pensamos en población, y no en individuos, entendamos que hay que hacer menos cirugía en ancianos, o menos trasplantes, o disponer de unas urgencias mas reducidas, o que nuestros niveles de colesterol sean mas altos. Lo que no deberíamos aceptar es que nos vendan eso de que nos gastamos menos, pero no lo vamos a notar.
Y si queremos que menos sanidad no sea menos salud, ¿Donde debería entonces recortarse?. Pues ideas hay El primer lugar debería ser la burocracia. Y esto es relativamente fácil. No hablamos aquí de datos clínicos ni de imágenes radiológicas. Hablamos de agendas, peticiones, volantes. . .algo para lo que la informática ha demostrado ser tremendamente efectiva.
Compartir la información debería ser el segundo eje. Pruebas, interconsultas, medicaciones innecesarias porque ya se hicieron, porque ya no hacen falta, porque el conocimiento al que se quiere acceder ya se tiene pero no es accesible.
Potenciar los servicios cercanos al paciente debería ser el tercer eje. Dotar a la Atención Primaria de los recursos necesarios para la prevención, promoción y asistencia efectiva. Poner en marcha un modelo que quiso ser y no pudo ser.
Un último factor, considerar la mayoría de edad de los pacientes. Darles herramientas para el autocuidado y evitar su dependencia del sistema. Desmedicalizar la vida, que no hace falta ser electricista para cambiar una bombilla.
No invento nada. hay cabezas pensantes mejores que la mía, e informes de todo tipo que, desde el Abril, son concordantes en la medidas a tomar.
Y sin embargo. . .
Vamos a estar atentos a las noticias de las próximas semanas, y deseo firmemente equivocarme de plano. Ojala.