Resulta sorprendente observar cómo a veces, nos asaltan ideas difusas, poco estructuradas, casi sensaciones, que poco a poco se van concretando, hasta quedar reducidas a una sola palabra. Después nos descubrimos asombrados, topando una y otra vez con esa idea –casi mágica- que resume todo. Aparece destacada en la portada del periódico, la oímos en una tertulia de la radio, un amigo la coloca en la presentación que nos manda.. .
Esa palabra clave, conjuro, premonición y síntesis, pugna por salir y nos martillea hasta que le damos forma, hasta que volvemos a desplegarla e infectamos a los demás con la idea que ella encierra.
Todo esto me ha ocurrido con “motivar”, de forma que permitidme que os contagie.
1. tr. Dar causa o motivo para algo.
Todos necesitamos encontrar motivos para hacer las cosas. A medio camino entre persuadir y arengar, motivar a los demás es un arte sobre el que se han escritos montañas de libros enfocados a cualquiera de los ámbitos del ser humano y, muy especialmente, al mundo laboral.
Aprovechar al máximo las capacidades de las personas, supone ganancias en eficiencia (productividad, como se dice en las empresas), pero también beneficios para aquellos que ven un sentido a lo que hacen, se ven apoyados en el empeño, y perciben un crecimiento personal en su tarea.
Los médicos vamos desarrollando, de forma práctica, cierta habilidad para conseguir que nuestros pacientes se cuiden, hagan ejercicio o tomen la medicación. Esta es una tarea gratificante, pues ofrece frutos de manera casi inmediata, nos obliga a establecer lazos personales, y nos dimensiona mas allá de un papel de “técnicos” o “gestores” de la salud.
Pero, además de nuestra vocación de servicio y nuestros pacientes, ¿Quién nos motiva a nosotros?.
Esta claro que no se trata de dar palmaditas en la espalda, aunque a todos nos gusta que se nos reconozca lo que hacemos bien, y ese reconocimiento se verbalice. El caso es que no es muy común recibir mensajes motivadores por parte de nuestras empresas sanitarias (públicas o privadas), y creo que la mayoría de nosotros podríamos relatar a vuelapluma, los estímulos desmotivadores que tenemos sobre nuestra mesa: burocratización, masificación, inexistencia de metas, estructuras rígidas, inexistencia de mecanismos de participación, falta de respaldo ante los conflictos. . .
Parece claro que esta situación no es beneficiosa para los profesionales, pero indudablemente tampoco parece deseable para cualquier organización. Entre las causas, una falta de profesionalización en la gestión y dirección de los recursos humano , pero también una dificultad intrínseca al manejo de unos profesionales con altísima cualificación.
En este último sentido, la fantástica intervención de Beatriz Muñoz-Seca en el último TedSOL Madrid el pasado octubre, fue refrescante y clarificadora. Los médicos no somos mano de obra sino “cerebro de obra” y gestionar en el siglo XXI es, fundamentalmente, hablar en plural.
Visto lo visto, los profesionales de la salud estamos mostrando nuestro carácter innovador, sacando lo mejor de nosotros mismos fuera del ámbito de nuestras propias empresas. Bendito Internet y benditas redes sociales que nos permiten desarrollarnos y crecer.
Aun así, mantengo la esperanza. Señores gestores, estoy dispuesto a que me entusiasmen y me seduzcan. ¿Tienen idea de cómo hacerlo?